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Tratado de Las Canoas




Tratado de Las Canoas

En 1792 ocurre un levantamiento indígena en la zona de Rio Bueno encabezado por los lonkos de la zona que tenía como objetivo destruir todas aquellas infraestructuras instaladas por los españoles luego del Tratado de Rio Bueno en 1789, entre las que se cuentan las misiones. La respuesta de las autoridades coloniales no se hizo esperar y se envía a una tropa encabezada por Tomás de Figueroa a sofocar la rebelión. 

Misión de Daglipulli. Dibujo de Rudolfo Phillipi, 1852.

Establecido en la misión de Daglipulli, Figueroa se reúne con Catrihuala e Iñil, lonkos de la zona, para buscar un entendimiento entre ambas partes y entre los acuerdos estaba una importante concesión: los indígenas de la zona estaban abiertos a revelar la ubicación de la antigua Villa San Mateo de Osorno y entregar dichos territorios. El 22 de noviembre de 1792 se realiza la toma de posesión de las ruinas de la antigua ciudad. 

Don Tomás de Figueroa.


Este hecho propició la realización de un parlamento y llegar a acuerdos conciliatorios entre las comunidades indígenas de la zona y las autoridades coloniales españolas. Entre el 8 y el 11 de septiembre de 1793, los lonkos de la zona de Chaurakawin y las autoridades coloniales españolas se reunieron a orillas del río Rahue para efectuar un parlamento, práctica habitual de la época para buscar acuerdos entre indígenas y españoles.

Luego de tres días de tratativas se suscribe el Tratado de Las Canoas el cual trajo como principal consecuencia el inicio del proceso de repoblación de la antigua Villa San Mateo de Osorno y entre los puntos acordados están:


* La cesión de los territorios desde confluencia de los ríos Rahue y Damas hasta la Cordillera de Los Andes para la instalación de asentamientos españoles.

* La sujeción política y judicial de las comunidades huilliche a las autoridades coloniales españolas, la cooperación militar en caso de ser necesario y la prestación de asistencia para la tropa española.

* La integración de los indígenas como católicos mediante la conversión y la instalación de misiones que los educarían en la fe cristiana.
Como muestra de buena fe entre las partes, tanto soldados españoles como guerreros huilliche entierran sus armas de a modo de símbolo de paz y amistad.

Hasta el día de hoy, este hito es recordado sobre todo por las comunidades indígenas de la zona y marcó un antes y un después en la historia de nuestra ciudad.




*Transcripción del acta del Tratado de Las Canoas* 

«Junta General de esta provincia de el Buta Huyllimapu o Llanos, jurisdicción de Valdivia, celebrada el día 8 de septiembre de este año de mil setecientos noventa y tres a las orillas del río de las Canoas en el valle e inmediaciones a la arruinada ciudad de Osorno, reducción de Rahue, con asistencia de todos los caciques de la provincia (excepto el del Cantón de Río Bueno, Queypul, que se halla ausente) es a saber, Catrihuala, Iñil y Canihu, caciques de Rahue, y con ellos los quilmenes, o cabezas de sus parcialidades, Calfunguir, cacique de Dallipulli; Ancaquir, Cacique de Cudico; Colin, Cacique de Quilacahuín; Naquinquir y Pichi-Huaquipán, Comisionados de Pailapán, Caciques de los Juncos. Estando acompañados cada uno de estos caciques de las principales Cabezas de sus respectivas Comunidades, interviniendo por parte de los españoles el subteniente don Julián Pinuer, comandante de el nuevo destacamento de Osorno; el padre predicador apostólico fray Francisco Javier de Alday, misionero de Dallipulli, y el Comisario de Naciones don Francisco Aburto, comisionados todos tres por el muy ilustre señor Capitán General de el Reino, para la celebración de dicha Junta. A la que así mismo concurrieron el padre predicador apostólico Fray Manuel Ortiz, misionero de Río Bueno, el cabo primero Ramón Flandes, los oficiales de amigos que acompañan a los caciques nombrados, con otros soldados y lenguaraces. Se expresan los artículos en que con arreglo a la instrucción, que dio el señor Gobernador interino de la Plaza de Valdivia, el coronel don Lucas de Molina Bermudo; quedaron convenidos los indios de esta Reducción de Rahue, y la Paz general de toda la Provincia. Reconvenidos los indios de la superioridad de las armas del Rey nuestro señor (que Dios guarde), en la guerra próxima pasada y que con ellas en la mano se habían apoderado los españoles de la arruinada ciudad de Osorno, y su territorio, antes que el muy ilustre señor Capitán General de él, por efecto de su piedad generosa, les concediese el perdón; y que así era preciso admitiesen el destacamento que de orden superior se ponía en este destino, y se establecieren en él los españoles; pero que para este fin necesitaban correspondiente extensión de terreno, dijeron:

1.º: Que desde luego llevaban muy a bien que los españoles se cimentasen en las tierras de sus antepasados.

2.º: Que tomasen los españoles todas las tierras que hay entre los ríos de las Canoas y las Damas, desde las juntas de éstos en cuya inmediación están las ruinas de Osorno, hasta la Cordillera, para lo que cedían desde ahora para siempre a favor del Rey nuestro señor cualesquiera acción o derecho que ellos o sus sucesores podían tener a dichos terrenos sin que para esto sea necesario otro documento.

3.º: Que estarán prontos a las órdenes del Comandante de este destacamento y siempre serán amigos constantes de los españoles, y los socorrerán en cuanto pudieren.

4.º: Que si algún indio insultase a los españoles le entregarán para su justo castigo, como también avisarán al Comandante si algún español les hace algún agravio para que le aplique la pena correspondiente.

5.º: Que darán paso franco, y auxiliarán con embarcaciones, cabalgaduras y guías, a los correos del Rey; como también a los españoles que trafiquen por sus tierras sin causarles demoras ni perjuicios.

Reconvenidos de que antes de la pasada guerra habían pedido Padres misioneros a quienes habían cedido tierras para su mansión y preguntados si los admitían de nuevo y en qué términos, dijeron:

1.º: Que con todo gusto admitían padres misioneros.

2.º: Que para su mansión les darían tierras independientes de las asignadas para los españoles, queriendo que estuviesen entre ellos los misioneros en paraje competente.

3.º: Que no darían sentimiento alguno a los padres, obedecerían sus disposiciones y los respetarán como corresponde.

4.º: Que aunque la extensión de la misión debía ser la dependencia de los tres caciques Catrihuala, Iñil y Cahihu, que está entre el río Pilmaquén y Maypué no permite la distancia que los padres cimentados en las orillas del río de las Canoas, puedan asistir a todos los indios que comprende dicha reducción de Rahue por lo que si todos estos indios han de estar debajo de Misión se hace preciso el establecimiento de otra en las inmediaciones del río Pilmaiquén a que acceden estos caciques siempre que el Rey lo juzgue oportuno.

5.º: Que todos indistintamente entregarán sus hijos menores para el bautismo y en tiempo oportuno para la instrucción cristiana.

6.º: Que todos los solteros se casarán en adelante por la Iglesia y cumplirán con las obligaciones cristianas.

Convenidos los Caciques y guilmenes de esta reducción de Rahue que van expresados para perpetuar el establecimiento de los españoles en estas tierras y mantener con ellos una constante paz, se hizo la ceremonia de enterrar en el mismo campo de la Junta un fusil, una lanza y una macana, acción con la que perpetúan la amistad, y poniendo sobre estas armas los bastones del Rey, la bandera y el Laurel de la Paz, se abrazaron todos los indios de la reducción y dieron la mano a los Padres Misioneros y demás personas españolas nombradas arriba.

Después de practicadas estas diligencias Calfuguir, Cacique de Dallipulli, tomando en la mano el bastón de Su Majestad, como primer Cacique de la Plaza de Valdivia, habló sobre la firmeza en mantener los tratados de estas paces establecidas con los españoles y demás puntos convenidos en la Junta y pasando más adelante peroró sobre la recíproca amistad entre todos los caciques concurrentes que hasta entonces se habían mirado como enemigos irreconciliables, y se estableció entre ellos la paz con mutuas satisfacciones de que resultaron cinco artículos:

1.º: Que si algún indio cometiese algún exceso, ninguno se opondría a su justo castigo.

2.º: Que no se maloquearán ni robarán unos a otros.

3.º: Que si algún cacique o mocetón intentase perturbar la paz, lo entregarán a los españoles para que le castiguen.

4.º: Que en llegando Queypul se le obligue a mantener como tos mismos Tratados y que si no lo hace le perseguirán como enemigo común, siendo este el objeto principal de la concurrencia de los Caciques a esta Junta; pues miran a Queypul como causante de todos los males que han padecido en la próxima guerra.

5.º: Que siempre que el señor Gobernador de Valdivia los llame armados estarán prontos a servirle personalmente con armas y caballos, contra cualesquiera enemigo de los españoles, con esto se cerró la Junta con mucho regocijo.

El día siguiente se visitaron los caciques nuevamente reconciliados, se hicieron muchos cargos y se dieron los correspondientes satisfacciones. De nuestra parte se les volvió a encargar que nunca faltasen a lo tratado en la Junta bajo el supuesto que no había más perdón si volvían a delinquir como ya se les había dicho el día antecedente.

El día diez los Caciques Iñil y Caniu, acompañados de algunos mocetones nos llevaron a pasear las tierras que habían cedido al Rey, y de nuevo a nombre de todos renovaron la cesión. Así mismo el Cacique Canihu cedió para los padres misioneros las tierras llamadas Butalelbún, cuyos linderos son por el este el Estero llamado Cuhinco, por el sur el río de las Canoas y por el este y norte la montaña. Pero el padre comisionado Fray Francisco Javier Alday, dijo al dicho Cacique en presencia de todos que solamente podía recibir y recibía a nombre de Dios y del Rey, el uso y no la propiedad de las tierras que le asignaba para el establecimiento de los padres, y el cacique Caniu respondió que desde luego reservaba en sí la propiedad de las expresadas tierras como dueño legítimo de ellas y que si por algún acaso faltaban de allí los padres misioneros entraría a gozarlas él o los herederos que representasen su acción y para que conste lo firmamos en Osorno a once días del mes de septiembre de mil setecientos noventa y tres. Julián Pinuer. Fray Francisco Javier de Alday. Fray Manuel Ortiz. Francisco Aburto Ramón Flandes. Manuel Silva. A ruego, Matías Silva. A ruego, Lorenzo Sánchez. Es copia de su original a que me refiero. Valdivia a veinticinco de septiembre de mil setecientos noventa y tres.- Lucas de Molina».






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